Disgresión 1

A los amigos y bloggers guayaquileños que piensen ir a la marcha de hoy, sea cual sea, cúidense mucho. No confío en ninguno de los dos bandos (o seis, que parece que se van a manifestar hasta las iguanas del parque Seminario), y no me hizo ninguna gracia que, en nombre de la seguridad, los metropolitanos se vayan a pasear armados por ahí.

Y que viva Guayaquil, y que sus enemigos se vayan a vivir con Bush.

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Disgresión 2

Estoy leyendo de nuevo El principito. ¿Se acuerdan de Pitufina? La que lloraba 'buuu, buuu'. Bueno, más o menos así estaba yo anoche. La primera vez que lo leí tenía once o doce años, estaba en el colegio y como me aburría en el recreo (mi deporte único/favorito es aburrirme) me iba a la biblioteca a leer un par de capítulos o los que alcanzara. La parte de la muerte me rompió el corazón, no podía creer que el principito cometiera suicidio con tanta calma.

Ahora, más que por el principito, que después de todo se va a su planeta, sentí pena por el aviador que se queda solo en el desierto.

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Disgresión 3
Hasta ahora yo no he sentido ninguno de los temblores. El que hubo en la madrugada del lunes, me agarró dormida como los troncos, y si me desperté fue por que mi madre no es feliz si no confirma que todos en casa nos dimos cuenta, a pesar de que nos vea bien dormidos ¬_¬

Los otros dos, que ocurrieron en la tarde, me sorprendieron, o más bien dejaron de sorprenderme, en media calle, y creo que en ese momento mi odio por las busetas lo superó todo.

Aquí en la oficina, según supe, se cayeron algunos aparatos eléctricos. Pero estando a la orilla del río no me sorprende.

Y con todo el calor que hacía, ni me dí cuenta cuando empezó a llover. Afortunadamente me avisaron y pude salir a disfrutar de la lluvia un ratito, mientras mis gatos huían del fin del mundo.

A todo esto, ¿qué le pasa a mi sensibilidad atmosférica? Así, de sucederse alguna tragedia, definitivamente troné.