Marchas

Mis amigos llevan un buen rato etormentándome con ese asunto de las marchas. Que si sé por dónde van a ir, que a qué hora salen, que si se venderán sanduchitos y aguas frescas a los implicados.

Yo como no soy nada patriótica, no marcharé. No sé qué tan pacífica sea la manifestación municipal. Que sí, que dicen que es completamente civil y no violenta, pero caras vemos...

La del loco que ama no promete ser ninguna joyita, tampoco, pero al menos por ese lado sé a qué atenerme: ni de broma me dejo agarrar por el centro ese día.

Creo que había una tercera, pero si es cuestión de marchar tampoco me interesa. Yo tan dinámica, prefiero una sentada, de preferencia en un sitio con sombra y tienda en la esquina.

Yo quiero mucho a Guayaquil. No es cuestión de que sea hermosa, rica, o independiente (aunque esto último sí es cierto, dentro de lo que cabe en un país tan 'independiente' como Ecuador). Es ese espíritu que no he respirado en ninguna otra ciudad de este país. Es la sensación de estar siempre con los pies bien en la tierra, siempre en casa, que no encuentro en otro lado. No sé cómo explicarlo bien.

Pero también reconozco que Guayaquil es una ciudad que lo mismo que permite crecer a un novato ambicioso, es cruel y aplastante con los pequeños. Esos romanticismos de los próceres y su desinteresado corazón no me han convencido mucho. Les reconozco que eran listos, valientes, talentosos. Heroicos... eso ya es demasiado decir, para mí los héroes andan ocupados en otras cosas y rara vez les queda tiempo para el discurso político, la rueda de prensa y los libros de historia.