Un minuto de silencio

Hello. ¿Todo bien? Aquí, toneladas de trabajo, pero no quiero extenderme en eso. La semana no ha sido sencilla, pero es jueves y sigo viva, lo cual es de agradecer, especialmente desde que hoy, cuando me dirigía a cierta fundación a recoger algo, me dí contra la reja de una ventana. No por mensa, ¿eh? Que iba subiendo una empinada escalera exterior, cuidando dónde ponía los pies (ya se sabe de mi fobia a las alturas), y de repente ¡zas! Se esuchó hasta en la China. Me quedé tiesa, y por tonto que parezca me acordé que a Harry le pasa lo mismo cuando, hecho el héroe, va a sacar su varita para ver de dónde venía el chasquido que resonó en Privet Drive mientras escuchaba el noticiero agazapado entre las hortensias de su tía Petunia.

Sí, yo soy muy extraña. Y me sale la fangirl en los momentos menos oportunos.

Pero eso es bueno, porque al menos me distrajo de preguntar (en muy dulces tonos, comos iempre): ¡¿A quién rayos se le ocurre dejar una reja abierta a esa altura, y si nos ponemos a ello, a quién se le ocurre hacer una ventana tan bajita junto a una escalera, a ver!? Y eso que yo soy de las tallas chicas, a alguien más le hubiera roto la nariz. A mí na' más casi me parte la crisma.

Hoy perdí más neuronas que de costumbre. Sin drogas, sin cirugía, sin ejercicio, sin dietas.

Go me.