El hilo de Ariadna
Mi lista de olvidos es larga. Debería prohibírseme tener más de un bolso. Por eso amo la mochila, ahí cabe todo, que aunque no necesite cinta scotch, sacapuntas, elástico para el pelo o aspirinas ahora, bien puede que mañana les encuentre utilidad. Cuando tengo que cambiar, algo se pierde. Las llaves, las plumas, la maldita credencial. Por eso cuando quiero que algo no se olvide tengo que ponerlo en el bolso, escrito o en especias, no importa que pese, pero que conste y que me ayude a volver a los rincones de mi laberinto.
Es que no puedo creer que haya olvidado esto. ¿Qué clase de amiga soy? Cuando me preguntan o me pregunto por mi amistad más cercana, inmediatamente me acuerdo de Al. Antes de ella hubo otra persona, una amiga con la que jugaba de niña, que ahora me visita de cuando en cuando con los dos terremotos que tiene por hijos. Intenta visitarme, pero acaba hablando con mi madre, según parece yo nunca estoy.
Quisiera prometer que a mis amigos nunca los olvido. Pero está visto que hasta en eso soy un asco. Entenderé si de aquí viene la ola de desafiliaciones.
Ayer, durante la clase, ese profesor-que-me-cae-bien-y-ojo-que-no-es-Cruz, al que llamaremos Luna porque ese es su apellido, después de todo, escuché ya no recuerdo de quién, uno nunca olvida a los amigos.
Desde esta perdedora memoria que me manejo digo que no es cierto. Tuve un mejor amigo cuando iba al jardín. Verán, por esas circunstancias de la vida, cuando yo todavía no cumplía tres años a mis papás se les ocurrió que un Reivaj le vendría bien a la familia. Como siempre ha sido exigente el chico, a mi pobre madre le urgía un respiro. Así que Dael, váyase al prekinder.
Despuntaba yo como el piojo que siempre he sido, tenía una compañera agresiva que mordía a los demás cuando quería quitarles algo, y adivinen quién se llevó el premio la primera semana. Ya de mayores nuestras madres nos volvieron a presentar, fue una risa porque yo no me acordaba nada y ella parece que tampoco. Aquí estoy reconstruyendo memoria materna. Para evitarme más accidentes, me consiguieron guardaespaldas, que estaba en preparatorio y era hijo de los vecinos. Buena gente. Tuve mejor amigo durante un par de años, cómo me soportaba, vaya usted a saber.
Por suerte todavía me acuerdo cómo se llamaba. Se llamaba, porque hará un par de años -yo siempre digo un par de años para después pensar qué idiota, si ya son más de seis- que apareció la madre de él con el cuento. La familia era colombiana, y se regresó, por eso no los vi más. El hermano mayor, que en ese tiempo debe haber tenido unos diecisiete años, manejaba una moto como loco, y la mamá siempre temía que se matara. Pero no, ese todavía vive aquí, todavía con la moto. Al otro, al que era mi amigo y del que no recuerdo ni una sola conversación, lo mataron en el 98, según creo, en Medellín. Yo por esa época andaba leyendo Noticia de un secuestro, y preferí no pensar mucho en el asunto, esas imágenes de gente botada junto a la carretera no me ayudaban en nada.
Eso no quita que durante años de años, pasó la escuela, pasó el colegio, y yo simplemente lo olvidé. ¿Cómo se llama eso? Trato de buscarle una justificación psicológica, pero no encuentro nada. Ingratitud de la peor, podría ser una buena definición. Bueno, últimamente he estado tratando de acordarme de él. Y rescaté su cara de cinco años, su cara que solo he vuelto a ver después en una niña que me parecía extrañamente familiar y ahora sé por qué. Ojalá que, para compensar, él no se haya acordado de mí. Apenas justo.
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