Hay que necesitar
Escribir tiene que ser necesario, sino uno abandona al primer inconveniente. Uno necesita escribir porque tiene cosas para contar. A veces eso que se quiere contar ya está en nuestra cabeza. Lo vimos, nos lo contaron o se nos ocurrió, y deseamos contarlo. Otras veces está, pero escondido, y debemos escribir para encontrar eso que necesitábamos contar. Escribir puede ser una manera de escarbar lo que traemos adentro. El principal talento de un escritor es que necesita escribir. Casi todo lo demás se aprende (Luis Pescetti).
Yo le quiero creer. Se oye tan sencillo, tan cercano, que me conviene creerle.
Además, estoy apostando por creer en la gente. Claro está, todo con fines científicos (es medio reconfortante comprobar ciertas teorías). Me ahorro la discutidera de sospecho que no eso no es todo, tú sabes que no va a ser así, mejor dejémoslo estar. Digo que les creo, perfecto, claro que se puede, va a salir todo bien. A todo digo que sí.
Sí, hagamos la tesis. Está bien, yo estaba equivocada, hoy mismo vamos para allá. Trabajo, invitaciones, depresiones, y no vamos nada. Que conste que cada vez que me dicen que es hora de hacer la tesis yo digo que sí, que cuenta conmigo. Toda una facilitadora, yo.
Sí a los compromisos familiares de la variopinta agenda de mi mamá. Que después se peleen, alguien se enferma y se suspende la cosa, ya se me escapa.
Sí, amigos míos, salgamos. Si ya luego no aparecen, se los engulle el tráfico, les llegan los tíos de Macondo o los llama alguien más interesante, ¿qué puedo yo hacer?
Sí a los bienintencionados planes de mi parentela, encaminados a darme un futuro mejor, pueden tener razón, yo ya no discuto nada. Si más tarde se olvidan, se pierden, se quedan en el álbum, aquí no ha pasado nada.
Sí, tú vas a cambiar. Ya nunca más vas a fallarme y todo será perfecto. Y cuando resulte no ser cierto, me ahorraré el te lo dije.
No tengo ganas de dar una y otra vez los mismos argumentos. Antes me daba pereza intentar la mayor parte de las propuestas ajenas que sabía que no iban a funcionar. Ahora me da pereza refutar al optimismo, cuando viene a hacerme el lavado de cerebro, porque sé que no me está escuchando. Y mientras tanto es divertido ver cómo las promesas de bienestar se van al canasto.
Por ahora le creo a Pescetti porque me conviene, porque no me ofrece nada.
|
0 me llevan la contraria:
Publicar un comentario