Dominó
Como me creo la gran cosa y no uso el paraguas que mi mamá me compró (más bien me obligó a comprar), me mojé la cabeza y los zapatos en la caminata esta que hago para llegar al trabajo. Afuera no hay problema, yo feliz recordando mi infancia, pero nada más entrar me da la tembladera, empiezo a estornudar y me duele la cabeza.
Adiós esperanzas de recuperarme del resfriado.
Al menos calmemos el dolor. Dos aspirinas y listo. Bien pilas, me las tomo con agua helada. (Sí, yo también como que detecto un patrón suicida). Se me quedan pegadas en la tráquea y me tienen de malas un buen rato.
Ya no tengo dolor de cabeza, pero el ácido este de las aspirinas está que juega al pepo en mi pancita.
Ahora tengo hambre. Mi organismo nunca se da por contento. Tiene que armarme relajo cada dos por tres.
Tratemos de distraernos, porque para el almuerzo falta otra hora. Musiquita... Oh, no, resultó peor. Ya empezamos. Alguien por favor quíteme esta canción de Miranda! de la cabeza. No es que me caiga mal, Don es en realidad muy divertida, pero el pequeño demonio que se sienta a mi derecha la pone a cada rato; ya me está asustando, esto es acoso musical. Como cuando mi primo aprendió a tocar The Sound of Silence en flauta, y era noche y día con eso. A mí que la canción me había resultado siempre simpática, hubo un momento en que la odié.
Ejem. ¿Será por eso que mi mamá detesta el bloque de Toonami de los sábados, porque escuchamos cuatro o cinco veces respectivamente el opening y el ending de la serie de turno?
Naaah.
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