Furtiva
Solo a mí me pasan estas cosas. (Me encanta decir eso.)
Por andar presumiendo de que ayer al medio día ya tenía yo la vida resuelta (o sea que había dado fin a mis textos más pesados), Mil me dice perfecto, entonces me acompañas esta tarde. Ups. Ya ni cómo meter excusas. Qué digo, igual lo intenté. Que mi jefe. Que marcar la salida. Que me da la tos.
Naranjas y limones, no me creyeron y tuve que acolitar.
Estaba yo de lo más feliz en el circo, en realidad me reí muchísimo. Valió la pena ir por un discurso que se pegó un viejito, solo le faltó el Ecuador es y será país amazónico, ahí sí que casi no la cuento, entre la tos y la risa yo me ahogaba.
Y en eso, Mil me dice que mi jefe está unas filas detrás de nosotras.
Entonces estamos frente a un momento clásico Dael. ¿Cuántas veces no me ha hecho esto la suerte trágica que me manejo yo? ¿Qué hacemos, hermanita?
Opción A: Dael sale corriendo de la sala, anunciando la llegada de los jinetes del Apocalipsis.
Opción B: Dael se concentra hasta fundirse con el asiento.
Opción C: Dael se encoje de hombros, alea jacta est, y sigue viendo la función.
Como es la más cómoda, venga la opción C. Ya más tarde veremos qué se cuenta el jefazo.
Me olvidé por completo del asunto hasta hoy que llega mi jefe y me mira de reojo. Hace rato que está en su oficina, pero no me dice nada. En eso cacho que, jefe o no, escaparse es medio serio. Así que, como me sugirió una amiga, los dos nos estamos haciendo los locos. Visto así, ya no me siento para nada culpable.
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