Nueva profesión
He equivocado mi destino. Debí hacerme botellera. Conseguirme un triciclo y coleccionar periódicos, botellas y más tereques viejos para cuando alguien los necesite.
- Dael, ¿tienes cinta adhesiva?
- Nope, no creo. (Pausa.) O no sé. (Doble pausa.) A ver, déjame ver. (Escrutando el bolso). Sip. Aquí he tenido.
(Continúa escribiendo tonteras.)
- Y... ¿tienes sacapuntas?
- No sé. Capaz que ya me lo volaron mis hermanos. Busquemos. (Nuevo sondeo.) Aquí está.
- Dael, ¿tienes tijeras?
(Con cara de ¿Crees que soy bodeguera?) - La presté y no me la devolvieron. Pero (haciendo memoria)... creo que me compré otra. (Excavación arqueológica.) Ajap. Toma.
- ¿Y audífonos?
- Unos que gritan Devuélvannos, Por Favor.
(Unos minutos después.)
- Me duele la cabeza. ¿Quién tiene aspirinas?
Silencio.
- ¿No escucharon? ¡Me muero! ¿Nadie tiene algo para el dolor de cabeza?
Dael busca el frasquito de aspirinas a ver si su compañerita se calla de una vez. Lo encuentra, y se acuerda que necesita pilas para la grabadora, y que las pilas están en el cajón.
Tras diez minutos de sacudir y destripar la maleta, Dael concluye que tiene de todo como para montar una nueva oficina, una feria medieval, un botiquín y hasta una tarde de té, pero no ha traído sus llaves. Lo cual no significa que se quedará sin pilas, porque en el fondo del bolso apareció un par.
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