Irrupciones
En realidad no me molesta ir en bus. Resulta bastante fácil aislarme. Aunque a veces el prójimo no colabora. Suerte que soy paciente.
Anoche, voy de vuelta a mi casa, bastante distraída, cuando el tipo que está sentado detrás de mí en el bus empieza a hablar. Me doy cuenta, después de un rato, que es conmigo.
- ¿...no se hace daño? ¿No le duele?
- ¿Ah? (¿Y ahora qué hice?)
Me estaba mordiendo los costados de las uñas hasta hacerme sangre, sin darme cuenta. Estuve a punto de decirle que qué importaba. Preferí seguir mirando por la ventana.
Hoy vengo al trabajo cargada con unos cuentos infantiles para unas fotos; y una señora me dice niña, hazte para allá. Me corro, y le dejo espacio. Se sienta y lo primero que hace es pedirme uno, y se pone a leer en voz alta la historia de Jaime el hámster (para niños que están aprendiendo a leer).
Tenía pinta de profesora. En todo caso, medio mundo escuchando cómo el hámster y sus demás amigos mamíferos emprendían la búsqueda de un tesoro. Surrealismo puro. La señora terminó el cuento, me lo devolvió, se paró y se bajó del bus casi al vuelo.
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