Con quién contar ( y con quién no)

Recordé esta semana un post que escribió alguien hace ya algún tiempo, sobre esta cuestión de la amistad, grados e implicaciones. En ese rato pensé, no me gusta clasificar a las personas que aprecio. Pero parece que mi subconsciente hace el trabajo de gratis. Hubo que estar desesperada, para sorprenderme de a quien se me ocurrió marcarle para ver si me ayudaba a encontrar algo de sentido común.

No quería nadie que llorara conmigo, ni que me amonestara, ni que entrara en pánico. Para eso suficiente conmigo. Automáticamente elegí a alguien que me escuchó, me hizo callar cuando estaba explayándome en mi epopeya, me calmó y por último me hizo reír. No resolví el conflicto de un plumazo, pero cambié la actitud de Nienna, cuestión muy peligrosa si se me da piola. Odio meter a mis amigos en esos apuros; por lo general salgo del pozo medio raspada, pero sola. Esta vez fue tan bueno tener alguien con quien hablar.


Pero no crean que todo ha sido drama en las vacaciones. La verdad, he descansado tanto que ya hasta se me están borrando las imágenes de la oficina, ¿en qué mismo es que trabajo? ¿Yo trabajo? ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? Y la pregunta más importante de todas: ¿No querrá la paparazza quedarse un ratito más con el remo? No, cuento con ella para no dejarme olvidar que debo volver a galeras.

El lunes, se me ocurrió llamar a unas amigas de la oficina, ubicadas a varios metros del puesto de la paparazza, para ponernos de acuerdo e ir al cine. Pues así y todo, apenas ella escuchó que hablaban conmigo, le dio un ataque y aunció que enseguida me llamaba a ver por qué me había desaparecido (¿será que ando de vacaciones?). Lo supe porque me pasaron un sms: "la sapa de tu amiga ya escuchó que hablabamos de ti". Y dicho y hecho. Empezó a sonar el teléfono. Pero algún problema tenía, porque se le cortaban las llamadas. Lo juro. Y yo que le quería contestar. Qué pena. Ahora que lo pienso, nunca me acordé de darle el otro número.

A veces tengo tan mala memoria que da gusto.