Predicciones
Siempre pensé que conocía bastante bien a mi familia, pero lo que menos me esperaba fue la frialdad mostrada ante el partido de ayer en la mañana. Creo que yo fui la única en casa que a las siete y media despertó, gracias a un considerado vecino que se emocionó viendo la repetición del juego con Polonia y gritó: '¡Golazo!', justo cuando, en mis sueños, yo estaba a punto de marcar tarjeta por última vez en mi vida profesional.
Y creo que también fui la única que sintonizó a la cadena Tri -menudo error del que me arrepentí de inmediato, transmitían algo desde el Centro Cívico, y a fe mía que no sé para qué hicieron madrugar a toda esa gente-. La única que vio con emoción el primer tiempo, porque de ahí cada quién se dedicó a otra cosa. Y la única que se apenó cuando me anunciaron, vía sms, el gol inglés.
Había esperado más emoción, más ambiente, que de la pura decepción mi madre nos dejara sin comer.
Nada.
Entonces me imagino que todavía me queda información por desentrañar. Por supuesto que harto debe haber en mis hermanos que aún no descubro ni descubriré jamás; hasta puede que mis padres, cuyas rutinas según yo me sé de memoria, me escondan todavía algún dato impresionante y trascendental. Por si acaso, los tendré vigilados en lo sucesivo.
Hasta el momento, mis tareas de espionaje han dado sus frutos. Ya sé que es mi papá el que me arma la pila de revistas que hace tiempo desistí de coleccionar porque, francamente, no hay espacio. Y que mi mamá puede hablar mucho de mí con otras personas mientras estoy presente (¿será para mortificarme?), pero cuando no estoy -o cree que no estoy oyendo-, se vuelve bastante hermética, hasta defensiva, y llega a decir que en realidad no sabe mucho de lo que hago.
(La verdad, me sorprendió, la muchacha. Yo estaba un poquito alejada del grupo pero igual escuché. Casi me atoro con el jugo.)
En realidad, en los últimos días recibí varias noticias que me sorprendieron. En todos los casos, hice la respectiva alharaca de cómo es posible, quién lo iba a pensar, y ahora quién podrá defendernos, etc. Pero ya después tuve que confesarme que muchas de estas cosas estaban dentro de las posibilidades, solo que no me -o nos- convenían, entonces las habíamos alejado del área de enfoque, todo el tiempo con perfecta conciencia. Después nos maravillamos por puro efecto dramático.
Hice el pequeño ejercicio de pasar ciertos datos a otras personas, que hicieron el mismo teatro inicial que yo, para después decir que ellos ya se lo esperaban, que habían estado al acecho de los síntomas, y que en realidad, hasta habían organizado las apuestas. Y mentira, tampoco es eso. Simplemente perdemos de vista aquello en lo que no nos interesa o beneficia pensar.
Ya en la onda de aceptar que todo es posible en esta vida, le dije a mi amiga la sorprendedora, 'Ahora sé cómo se siente el gato de Cheshire'. Ella se estaba riendo al otro lado de la ciudad y, en un ataque predictivo, me respondió que ya sabía que iba a reaccionar así.
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