Ausente

Cuando parece que todo está bien, tranquilo y feliz, y ando por las nubes, algo tiene que pasar para traerme de vuelta a tierra. La última vez fue un porrazo que me dí contra la reja del cajetín de un medidor (very painful). Al menos ese me ubicó, y dejó un bonito chichón de recuerdo: pon atención cuando subas escaleras, no eres etérea, es imposible que te deslices a centímetros del suelo.

Ahora me ha tocado un golpe distinto, pero no menos sacudidor. Supongo que eso me pasa por confiada. Por asumir. Y eso que me he dicho tantas veces, nena, no asumas, pero nada que aprendo. ¿Pero por qué, a ver? ¿Por qué no puede una pensar de vez en cuando que la gente va a actuar a conciencia y por lo tanto no va a quedar un vacío por ahí en el que uno se caiga cuando menos lo espera?

Me pregunto cuántas veces, por irresponsable, habré dejado mis propios vacíos sembrados, y cuántos habrán tropezado y me habrán evocado sin demasiado afecto. Y lo peor es que está científicamente comprobado (consultas a Dr. Reivaj aquí) que la mayor parte del tiempo lo hago sin darme cuenta.

En fin. Sé que la gente a la que le he fallado no lee estas cosas. Y que decir que lo siento a estas alturas ya no las ayudará a resolver el asunto. Pero sí lo siento. Seré más cuidadosa en lo sucesivo. Conmigo y con los demás. Jaja, anoche Mil me dice usted es fuerte, no me defraude, no se me ponga así como ausente. Vaya carga la que me deja.


Sorry por las incoherencias. Ni yo me entiendo. Alrededor el mundo es un escándalo, pero no capto nada de lo que me dicen.