Vas a ver a la salida

Hay comportamientos que sencillamente no entiendo. Especialmente cuando están encaminados a acabar con la paciencia de un prójimo que no te ha hecho nada, al que te convendría dejar en paz porque, expresiones vemos pero reacciones mejor no busquemos antes de calcular nuestro presupuesto de aguante. Y peor aún, a un prójimo con el que tienes que trabajar todos los días. ¿No convendría más, aunque alguien no te caiga bien, usar al menos la cortesía por el bien de todos? No estoy postulando la hipocresía, solo creo que es mucho más sensato guardarse las diferencias personales para otro plano, y no estorbar el trabajo. Y si no hay ocasión de saltar al otro plano, por mí mejor, para qué amargarse la vida.

Lo digo porque hay gente que ni bien llega quiere dejar bien en claro lo insoportable que puede ser. La paparazza ahora solo viene por las tardes (punto para Dael); pero a cambio han puesto un nuevo reportero que no sé qué que polvo aspira, pero la próxima vez que patee mi silla va a entender cómo sufre el pobre mueble porque le devolveré la atención con mucho gusto. Que no se diga que no me pongo del lado de los vulnerables.

Pequeño detalle, hoy traje sandalias. Mal hecho, nena. Eso le restará efectividad al plan.

Hoy, a mi angustia habitual de cada viernes, sumo que tuve que prestar mi inapreciable colección (sí, Clau, los siete libros de HP) para que le escanearan las portadas. Llevan una semana en arte, y ya solo veo tres o cuatro en la mesa del diseñador. Que jura que se los van a devolver. Pues mejor que se los hayan devuelto para las seis de la tarde, o mis padres tendrán que utilizar sus ahorros para pagar la fianza, y eso no sería justo.

(Si alguien quiere darme un bate para mi cumple, doble torta. Triple si es metálico)