Las niñas

A veces una cosa sale mal, y esa llama a otra, y esa otra trae su propio paracaidista. Me doy cuenta que hace tiempo que no hablo por aquí de mis amigas de la universidad. Igual dos trabajan aquí mismo, así que las veo casi a diario. Las veo, pero no las traigo a pasear por aquí, porque últimamente no hablamos. Y lo postergo, seguro que ya encuentro tiempo para escribirles, para llamarlas, para algo más que saludarnos al apuro. Lo postergamos, porque siempre estamos ocupadas. Hasta ahora.

Me llegan un par de cartas que todavía no quieren declararse en pánico, pero al fondo veo la misma alerta naranja. Y el mensaje que no llegó, que no va a llegar, es el que más me inquieta, porque está tan cercana a mí que sé que no va a ponerlo por escrito, y porque sé que eso no significa que se esté sintiendo de lo mejor.

Así que se impone que nos veamos. Ahora cómo hacernos coincidir, nosotras y nuestras arbitrariedades horarias, pero sobre todo nuestro mantra. Estamos bien, para qué preocuparnos, mejor hablemos de otra cosa.

Quién sabe qué pase esta vez.