Me ahorraría el título con un ¬¬

Seguiré saliendo los jueves a las 10h30. Y ni siquiera puedo quejarme a gusto (se imaginarán cómo sufro). Todo sea por el afecto fraternal.

Sí aprobé. Pero Reivaj, quien pondrá precio a mi cabeza por revelar esto, no. Así que me quedo 45 minutos mirando al techo. Lo bueno es que mi ocio será aún más evidente y disfrutable, todos examinando editoriales y escuchando al profesor, y yo dedicándome a lo que sea que considere justo y necesario.

Encontrar actividad para pasar la hora de gramática sin hacer mucho ruido, siguiente objetivo. O creo que mejor bajaré a darme una vuelta por los alrededores del seminario (sí, ya me veo). Escribiré. O leeré. O mascaré chicles nonstop, como me pasó ayer (creo que he encontrado un sustituto del café).

Ayer llegué temprano, y me senté con mi botellita de agua y mi paquete de chicles, al pie de las escaleras, a esperar que abrieran la sala de clase. Llega mi profe favorito, ese que andaba de viaje, al que no veía hace dos semanas. Por primera vez en cinco meses se da cuenta que existo y ¿lo primero que hace? Interrogatorio. Fact file.

Según parece, no eres buena niña si no hiciste la tesis, por más reconfortante que resulte que no eras autista después de todo, aunque te sientes al foooondo y te limites a tomar notas sin decir nunca ni pío.

¿Por qué todo el mundo se une en defensa de la tesis? ¡Hay cosas más importantes! Como... como... Bueno, eso.

Encima ando preocupada, porque resulta de que a pesar de que a mis dos yos les consta que esta semana no he faltado a clase, por acá me cuentan que dos o tres veces he acompañado a una amiga (la misma en todos los casos) a tal o cual sitio, y que eso debo contestar si me preguntan. Una vez no me importa. Pero como sigo en plan sufridora, esto me está dando mala espina. Ya le pregunté, sin pretensiones de metiche, si está bien, si necesita ayuda. Que no.

Hoy, que tenía como prioridad # 1 llegar tarde -ya que me acabo de enterar que madrugaré toda la próxima semana para un curso de historia del Ecuador que ni siquiera se dictará aquí si no en el centro y de ahí vuela para el trabajo- mi padre dice que me trae. Cuando mi padre dice eso, significa que me despertarán bruscamente, me apurarán para todo, no encontraré medias, no me peinaré, harán malos chistes sobre las tortugas, no alcanzaré a desayunar, y llegaré cuando acá hasta las luces están apagadas. Por eso a menudo prefiero dejar que todos se vayan y salir con los minutos en contra.

Ahora estoy en compañía de una quesadilla que se hace la indiferente, mirándome desde el bolsillo abierto de la mochila. No tengo ganas de hacerle daño, a ella ni a nadie. Que se quede tranqui.