septiembre 07, 2005

Oda a Murphy

Nos conocíamos, aunque no personalmente. Se ha encargado de darle color a muchos de mis asuntos, y lo he maldecido tanto que oye mi voz en sueños. Ayer no aguantó más y dijo es hora de que hablemos. Ante mi negativa debido a mis múltiples ocupaciones, el caprichoso dios se enfureció tanto que aplicó a mi perfecta y planificada tarde de martes el nudo que aprendió recientemente en un reencuentro de los niños exploradores.

Me sentía en paz con el mundo. Casi al día en mis tareas (la salubridad del casi), llegando temprano a todos lados, entregando el material a tiempo, poniendo atención en clase. Hasta el ente parecía envuelto en una especie de aura de normalidad, que para él es un logro.

Y entonces sucedió.

Cuatro y media de la tarde, Dael sale a devolver libros prestados a la revista, y ropa de un especial de moda. Debe visitar dos lugares y voilá, a clases. Lo tiene todo fríamente calculado. No, un momento. Hay que pasar dejando a Fulano por la CTG. Muy bien, no es gran desvío. Zarpamos con buen viento. ¡Alto! Hay que llevar también a Zutana. Media vuelta. Zutana va al otro lado de la ciudad, y con mucha urgencia, por favor. Dael empieza a preocuparse.

Hora y media más tarde, Zutana no puede quedarse porque no se acuerda cómo es la casa. Dael sufre estoicamente. Le van a cerrar la librería, la otra tienda, y quién sabe cuándo llegará a clases. Se impone mensaje a Reivaj.

- Dile al profe que llego tarde pero llego. Que me espere. Dile lo que sea, pero retenlo.

A las siete treinta, al norte de la ciudad, nadie viene a recoger a Dael, que está olvidando a Séneca. Murphy sonríe desde su cuartel general. Reivaj avisa que el profesor recoge las carpetas y se va.

- Pero dile que ya voy, me dejaron botada, pero en quince minutos llego.

Milagrosamente, esas palabras se cumplen. Demasiado bien. Sospechoso.

Dael entra en clase, y es como soñar que está teniendo una pesadilla. Uno de los rostros del pasado, y de los menos queridos, la mira desde la curul del profesor.

Aguantándose las francas ganas de preguntarle qué hace aquí, Dael se va hasta Reivaj.

- ¿Dónde está el otro?

- Recién se fue. Pero...

No lo deja terminar. Busca en la sala de profesores. Nada. En los pasillos, las escaleras, la calle. Simpática, la calle. Desierta, también. Frustración. Patada a la escalera. Dolor. Retorno.

- ... pero te dejó la tarjeta para que vayas a su oficina a entregarle el trabajo.

- ¿Qué parte de retenlo no entendiste?

- ¿Qué querías, que lo amarrara a la silla?

Dael no quiere ser rata recordándole las veces que ha salvado su pescuezo porque había guardia, partido o película. Actúa con madurez.

(música de fondo: la versión parlanchina del fantasma de la navidad pasada)

- Quédatela.

- ¡Si es para ti! Llámalo.

- No la quiero.

- Toma, la dejo en tu maleta.

- No. La. Quiero.

El profesor, imperturbable. El resto escucha atento a cada sílaba, no de la lección, si no de la discusión. Reivaj no se preocupa de disimular nada y ese es el gancho; Dael, olvidado el estoicismo, responde bajo y entre dientes y eso los intriga más.

Después de una clase en la que hubo mucho detalle, Reivaj se regresa por su lado y Dael por el suyo.

¿Qué más puede salir mal? Murphy sabe que en estas condiciones a su víctima le hace daño comer. Empieza la protesta familiar. La acusada trata de explicarse y todo acaba en una descarga emocional de la que se desprende que su muerte es inminente.

Dael hoy no tiene planes, y ha venido de negro, por cualquier eventualidad.


Murphy se toma el día libre.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman