octubre 25, 2005

Cero errores

No ir a clases tiene sus ventajas. Meriendas como un ser humano normal, no tienes que bañarte a la carrera ni a las once de la noche, te puedes conectar un ratito a decirle hola a toda esa gente que te quiere (creo que no había nadie en línea), estás en casa para atender la llamada de una amiga, terminas el tema con el que habías estado haciendo lucha libre todo el día, haces un textito in honoris a un personaje que te gustaba y hasta tienes tiempo de leer un par de capítulos antes de quedarte dormida.

Mejor no lo hago muy seguido, porque me van a faltar los argumentos para no abandonar el seminario. Qué tanto hace diciembre que no llega.

Hablando de saltos en el tiempo, hay un portal llamado FutureMe, en el que puedes escribirte una carta para recibirla de aquí a veinte días o a veinte años. Ya me escribí una (Querida Dael...), y la verdad me divertí bastante diciéndome y preguntándome tonteras, pero solo a unos meses, todavía no se me ocurre nada con qué importunar a mi futuro futuro yo.

Ya me entró la duda.

¿Y qué pasa si me he muerto? No contaba con eso. Bien, encargaré a alguien para que, a más de divulgar la triste noticia, elimine mis cuentas y le comunique a mis acreedores que lamentablemente no podré pagar (y yo que siempre he evitado endeudarme, de repente no me asusta tanto). Le envidio la capacidad autodestructiva a los mensajes supersecretos del 007, algunas cosas se tendrían que ir automáticamente conmigo. Mis orejas, por ejemplo, más leales no pueden ser. Pero ¿quién va a desaparecer de una vez por todas las fotos que odio? ¿Quién va a quemar todo lo bochornoso que haya escrito alguna vez, y de atribuirle a demencia temporal las joyas de filosofía que he dejado caer por ahí (juro que no era yo en esos momentos)? ¿Quién se va a encargar, en fin, de limpiar mi memoria, de manera que parezca que mi paso por el mundo fue -como ciertos pretenden- cero errores?


Oooh, llegamos al meollo del asunto. Sí, mi rabieta de esta semana es esa. Que alguien pretenda que uno se ponga como meta no cometer errores. ¿Y por qué, a ver? ¿Qué quieren, que al final de mi vida no haya el recuento de las meteduras de pata, con los respectivos créditos? ¿Que no me ría nunca de mis tonteras, y que nadie se ría de mí?

Imaginen un día perfecto. Pero lo que realmente es un día perfecto. Todo un metro cúbico, sin milímetros más ni menos. Sin pintura desprendida, sin un grillo que te sale al paso, sin repeladas del médico. Sin nada que criticar, sin la incomodidad de que te critiquen algo a ti. Sin caerte y esperar que ninguno se diera cuenta, solo para aceptar que fue suficiente con que tú te percataras, el dolor no deja mentir. Sin hacer un chiste y saber que no entendió nadie, sin sospechar que no tienes ni una gota de talento histriónico, sin abrir la boca para intentar explicarlo y cerrarla nuevamente, molestarse para qué. Sin lápices favoritos perdidos, sin insatisfacciones. Sin tiempo para terminar este post, y sin ganas de abandonarlo, también. Y sin la breve pero concreta tentación de suprimirlo todo y escribir algo alegre, bonito, inspirador.

Me gustan mis porcentajes de error.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman