diciembre 19, 2005

Pre-navidad

¿Qué pasa cuando las cosas, todas en fila, salen bien? Que me pongo a sospechar. Esto puede ser cámara escondida. Pasó la reunión con los compañeros de galera, todo amor y felicidad, excepto por la hora consagrada al reggaeton, en que me aferré a uno de los cojines del sofá y me aislé como pude. A la paparazza afortunadamente le gustó su regalo; cierta es la culpa de andar fomentando el sentimentalismo, pero ella es feliz y espero que eso sirva como atenuante.

El sábado a las ocho de la madrugada fue la entrega de premios, y la emoción fue tanta que más de una caja me cayó en la cabeza (¡protesto!). Pero los pelados se fueron felices y, una vez más, eso es lo que cuenta, según me he sugestionado. Además, me dieron un huevo de dragón (muy bacán, todavía no lo abro porque estoy pensando dónde ponerlo), y chocolates como para tenerme contenta una semana.

En la tarde me preparé sicológicamente para ser plantada, y me fui a La Rotonda a esperar a Al, que me tenía que guiar hasta la casa de Loreleymi. Como recompensa a mi optimismo, esperé treinta minutos, entre paseos frenéticos y llamadas alarmistas a media humanidad, pensando que ya la habían secuestrado a la norteña esta. Pues no. Lo que pasa es que Al necesita un par de lecciones para diferenciar entre la entrada principal y la media calle. Habíamos estado todo ese tiempo a cincuenta metros, sin darnos cuenta (¬¬)

Pero valió la pena porque en la reunión salieron todos los detalles del viaje a Alemania, del fugaz paso por España, y también recordamos el osado cover que Al hizo alguna vez de Hotel California. ¿Saldo? Más chocolate.

El domingo, no sé qué antiguo pecado me tocaba purgar, pero lo he pagado y sin que me dieran el vuelto. Estaba yo de lo más relajada, porque todos los demás se dedicaron a ensayar villancicos y demás. Mi clase, por supuesto, ya está demasiado vieja para eso, así que por ahí andaban dispersos conversando. Y se aparece Reivaj con cinco de sus alumnos más terribles, caritas de rehabilitación urgente por favor, y me los deja, porque al parecer no querían tocar ningún instrumento ni participar en el teatro ni cantar.

Se robaron en un santiamén (cómo extrañaba esa palabra) las tachuelas de mi corchito, y se pusieron a pincharse y a repartirse patadas. Confisqué las armas, impuse dos metros de distancia entre cada uno, y amenacé que a los que peor se portaran, yo misma les elaboraría trajes de angelito. Dije que eran cinco. Pues parece que tendré que hacer cuatro juegos de alas y aureolas. Solo uno se salvó, y eso porque se aprendió la canción.

Profesores que me leéis (cri cri), os admiro.

Ya por la tarde me encontré con mi grupo de la universidad, a la que hemos bautizado Premios Una Vez Al Año. Otra vez todo salió genial. Chismeamos a gusto y casi nos quedamos dormidas en el carro de la chica maravilla, que es la versión real del carro de la Barbie, con sofá, cojines y mantita incluida. Pero nos habría asfixiado el aromatizante, ya que la maravillosa había utilizado su supermóvil para traer langostas desde Salinas la semana pasada y quería quitarle el olor a toda costa.

Estoy cansada, bastante cansada, pero contenta. Parece que me he consumido por anticipado el fervor navideño, no tengo ganas de más fiesta. Ilusamente espero que esta semana sea indolora, y pueda dedicarme a dormir el 24. Pero ahora debo volver a tierra, vía fuerza de voluntad. La conciencia, quién sabe por dónde anda.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman