(codeína) Dona nobis pacem
Como ese jarabe para la tos que anuncian en la tele es una estafa, me mandaron a comprar otro. A las siete y media de ayer, que llegué a mi casa, me tomé una cucharada.
A las ocho me sentí medio adormilada y me acosté. A las ocho y media era historia. Hasta las siete y media de hoy.
Once horas. Y entre semana.
Creo que amo esa poción.
Lo malo es que también está cumpliendo su otro efecto -aliviar la tos-. Entonces no tendré muchas excusas para seguir con el compuestito. Lo bueno acaba pronto.
Mi padre cree que estoy grave (Premio Honorífico a la Alharaca). Pero como él pretende ayudarme con helado, dejaré que la ilusión se prolongue otro rato.
Estoy escribiendo en frases cortas.
Y siempre que esto pasa, recuerdo haberme encontrado de niña con la peregrina idea de que las mujeres escribimos usualmente en frases cortas, no más de diez palabras, y los hombres en frases largas. (Seh, a veces eso de leer resulta medio peligroso, se tropieza uno cada cosa...) Y por carambola se me viene a la memoria eso de Schopenhauer de que las mujeres son criaturas de cabellos largos y pensamientos cortos. Nuestro estimado profesor de filosofía de la secundaria apenas si nos mencionó al tipo (era un colegio de chicas), y nos mandó a investigar. Yo no sé cómo fui a dar con un ensayo suyo sobre las mujeres. Pasé una buena temporada maldiciendo cada vez que alguien lo nombraba. Sí, hace un tiempo yo todavía le prestaba bastante atención a esas cosas. Ahora me sonrío. No sé a qué mujeres leyó o conoció ese pobre mortal.
Y antes de que alguien arme toda una fábula, esto no es ningún manifiesto feminista. Para mí que a veces nos convendría hacer nuestras lecturas sin tener de antemano el nombre de autor ni su procedencia. Películas sin tráiler. Libros sin portada. Enterarnos después. Y aprender a discriminar las ideas según su valor. Lo digo por mí también, por si se me olvida.
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