marzo 27, 2006

Sociales, y qué (bien)

Yo, que estudié en un colegio nacional, fui Sociales. Eso se nota al primer vistazo a este blog o a la dueña. Siempre en las nubes. Buscándole la quinta pata al gato, hasta que se da cuenta que no era gato, era perro, y todos la miran raro. Etcétera.

La verdad cuando estaba por escoger especialización, a mis sabios trece años, no tenía ninguna intención de que Sociales me pillara. Lo que sí tenía era la impresión de que a mis papás la idea no les iba a gustar. Pero allá fui. ¿Por qué? Por no reconocer los síntomas a la primera.


Odiaba las mátemáticas. Odiaba el dibujo técnico, profesor incluido. Odiaba la contabilidad. Me gustaba la química, pero odiaba el laboratorio de ciencias en el que una mujer parecida a Marie Curie quería obligarme a mirar las tripas de un pez vivo, y nos mandaba a atrapar ranas en las áreas verdes del colegio, solo para abrirlas. A muchas chicas les fascinaba la idea. Yo prefería pagar para que me consiguieran la mía, y después hacerme la loca para abandonarla en el mesón de disección y enfilar al primer rincón libre de anfibios.

Por eso el día en que la orientadora me llamó a leerme mi historial, ni se me ocurrió replicar cuando me dijo que evidentemente yo era para Sociales. Solo le faltó el y para nada más. Estaba resueltísima a no decirle nada a mis padres. Al y un par de amigas me esperaban dando saltos de júbilo a la salida. Ella quería ser periodista; las otras dos, profesora y abogada. Lo son, por cierto. Yo opté por la salida más fácil. Allá fue Al, allá fue Dael.

(Ahora saben a quién culpar.)

El caso es que, a mucha gente le daba vergüenza decir que iban a Sociales, porque claro, hasta ahora, allá va la gente vaga, que no quiere trabajar, que no quiere sacarse el aire y que piensa que sus papás los mantendrán eternamente y para siempre.

Pues a mí me gustó. Nos mandaban a leer, leer, leer. Qué miedo (jeh). Escribir, escribir, escribir. Recuerdo a una profesora de sociología, que nos mandó una vez escribir de un día para otro seis páginas sobre el rol de la mujer. Que no sabía cómo, pero teníamos que llenar las páginas, y todo a manita, nada de copias. Leía todo, la condenada. Cómo la maldijimos. Ahora, que lleno páginas a la medida, que corto y estiro a caprichos del diseñador, que escribo por acá sin ton ni son, y por allá cuando me acuerdo, me pregunto si ella se imaginaba que le sacaríamos algún provecho a sus arbitrariedades.

O la profe favorita de Lindasam, y su rigurosidad idiomática, que a mí me ponía a sufrir cada línea.

O el profesor de filosofía, y cómo nos mareó el primer día de clase con el mito de la caverna.

Fueron tres años muy disfrutables. Cuando salí, seguía sin tener una carrera en mente. Apliqué el mismo método que la vez anterior. Le copié a Al las señas de la facultad de filosofía, y vamos. Por un pequeño error de cálculo, no aterricé donde debía, pero no me arrepiento, la pasé bien.

Aprendí a las patadas a usar las computadoras para algo que no fuera textos. El profesor de lógica matemática perdió toda esperanza conmigo. Y cuando empecé a trabajar, conocí al tormento de todo Sociales que se precie. Los de Sistemas. El pobre Carlitos me tenía una paciencia de santo, cada vez que acudía a él porque algo no funcionaba en la máquina (era una mac, yo nunca las había usado antes) me decía, pero qué le hizo esta vez, Daelita.

Otros Sistemas no son tan pacientes. Los de acá, a más de bloquearnos eso que Lindasam llama privilegios (entre los cuales ruego que no esté Blogger), se portan más o menos. Pero hay algunos a los que basta con que le pidas señas para llegar a un lugar, y se toman la cabeza, hacen un trágico monólogo, te repelan porque es el colmo que sin uno de su especie no puedas llegar ni a la esquina, te hagan todo un diagrama en la computadora, y te lo reenvíen por email.

(La venganza es dulce.)

No, ya en serio, admiro a la gente de Sistemas. Se fajan con cosas que yo miro de lejitos. Malinterpretados, los pobres. Y algunos no escriben nada mal. Solo me gustaría que recordaran, cuando ven por ahí a un Sociales solito y perdido entre las brumas de la alta tecnología, que algún día quizá necesiten que les cuenten otra vez la historia esa de los hombres que vivían de espaldas a la entrada de la caverna. Y el que se escapó de ella. Que seguramente se hartó de estar frente a la computadora, o de ver televisión.


Así que Sociales del mundo (o del Ecuador, que no sé dónde más imperen esas divisiones medio giles), sepan que aquí encontrarán compresión y solidaridad.

A ver cuántos son valientes y lo admiten.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman