Condicionada
Mi mamá se va a poner brava. Me van a negar la matrícula.
Esa fue la sensación que tuve hoy, cuando alguien me escribió lo siguiente (espero no haya demandas): "me dañan la carpeta con el llamado de atención, porque supuestamente no cumplo con la disposición..."
Me quedé preocupadísima, como es natural.
He vivido engañada tanto tiempo. ¿Será que cuando me vaya de aquí, me van a mandar con esa carpeta llena de malas calificaciones, y las escuelitas bien me negarán la matrícula, y al final alguna escuela chévere me aceptará con un buen billete y matrícula condicionada? Mala, niña mala.
Y sí, de niños nos hacen eso. Nos marcan. Qué importa qué tipo de inteligencia tenga este chico, qué es eso de la pedagogía, aquí no nos hemos enterado de nada. Claro, cuando uno es peque, no suele protestar ante esas cosas, y raros son los padres que defienden hasta ese punto los derechos de sus hijos.
Eso es cruel, pero sucede, y con el tiempo se supera.
¿O no? Lo risible es que pasan los años y, como personas, seguimos importando un pepino, comino. Existimos para producir. Para que a otro le parezca que a lo que hacemos, se le puede poner un precio. Si además, tiene valor, levantarán las cejas y dirán, ah, qué bien. Pero el precio es lo que cuenta.
Así más o menos era este reino hasta hace poco. Ya lo habíamos aceptado, ¿no? Y nos convertimos en maquinitas obedientes y productivas. Unos guiñamos el ojo, y otros más santurrones los cerramos, cuando toca enfrentarse a ese asunto del valor agregado.
Pero el juego ya debió haberse puesto aburrido para alguien, y entonces, ahora, además de una maquinita eficiente, debes darle cuerda al reloj en función de quien gobierna. Te dirán qué pienses, qué digas, qué leas. A qué hora debes dormirte. Qué disfrutes y que no. Y si no, como dirían los cortesanos tolstoianos que comentaban el romance de la princesa María y Nikolai, ¡multa!
No tenía demasiadas ganas de seguir hablando de esto. Pero más o menos sé lo que algunas personas quisieran decir y no pueden, o no dejan constancia de ello, porque no les da el tiempo para andarlo perdiendo en un blog *ouch*.
Y lo que quería decirle a ese atribulado alguien es: yo no me voy a ir de aquí, ni de ninguna parte, con una carpeta manila con mi número de cédula impreso, para que respalde lo que soy. Me he reído, me estoy riendo de solo pensarlo, y me gustaría que se rían conmigo, a que se nieguen a sentirse diluidos por un agua tan rancia como la de las calificaciones y disposiciones.
Nadie me va a comprar mi tiempo libre. Mi ocio me lo bebo a sorbos, y del sabor que yo quiera.
O al menos déjenme hacerme la ilusión, caramba.
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