Adiós a la mar
'La fantasía, abandonada por la razón, produce monstruos imposibles; junto con ella, es la madre de las artes y el origen de las maravillas.' (Francisco de Goya y Lucientes).
Repetir cien veces hasta memorizar, antes de andar perpetrando cualquier proyecto remotamente artístico. Creo que podemos confiar en que el hombre sabía de lo que hablaba.
Como algo de masoquista he de tener, una vez más fui a la sala de los tormentos, que algunos llaman Imax, a sufrir con esa secuencia inicial en las que líneas de luz y muchas chispitas me hacen sentir que la caída al vacío es inevitable. Acordarse de que me da vértigo, para la próxima. Para colmo no era algún docu pacifista, como ese tan bonito de las Galápagos, no. Era Poseidón. Como no me acordé de leer la reseña, yo me imaginaba algo medio épico, con el dios barbas de alga furioso, tridente en mano, dispuesto a destruir a los sacrílegos que invaden sus mares con desechos tóxicos, y a llamar a sus Mime de Sorrento y Kanon del Dragón Marino para que les den una lección a los simples mortales. Mis expectativas saintseiyescas resultaron decepcionadas. Resultó ser el nombre de un barco tipo Titanic.
Por suerte la peli no estaba en el formato oval de Imax, y no tuve que estirar tanto el cuello mirando en todas direcciones. Digo, si ni eso de que una ola gigante caiga sobre tu cabeza, la maquinaria explote, agua, agua y más agua, consiguió impresionarme a mí, que con solo estar a un metro del suelo empiezo a encomendar mi espíritu, es porque algo le faltó.
Eso sí, he perdido cualquier interés por unirme a la piratería (naval, aclaro). El oficio es bonito, pero un chance inestable.
Pensándolo bien, más o menos como lo que hago ahora.
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