Burocracia
La última. Que para adquirir la ciudadanía en el Inframundo, no basta con llegar. No. Hay que hacer un curso tipo Aneta (cosa que jamás intenté en vida), con sus respectivas tasas, y la consabida madrugada. Empezamos mal porque hoy me quedé dormida y hasta a la oficina llegué tarde. El memo no se hizo esperar. Vía email me llegó un comunicado de que la segunda infracción bien podría resultar en mi expulsión de Hog-, digo, del Más Acá.
Sonamos. Nunca me expulsaron de ninguna parte, que yo me acuerde, y ahora va a venir este tribunal de pacotilla a lanzarme amenazas. Me inscribí en el horario de la tarde para asegurarme de llegar a tiempo, pero ni así les prometo nada.
Me muero de sueño. Las criaturas sobrenaturales aparecieron ayer, para darme la bienvenida ahora que parece que voy a poder integrarme. La licántropa, el E.T. y Al, que un poquito más pálida y es conejo vampiro. Primero nos botaron del local este de pizzas, al que he decidido que no volver, por entregarnos una factura incompleta y rehusarse luego a atendernos a causa de dicha factura. Al estuvo de lo más convincente -casi golpea al encargado- y a continuación, tuvimos que sitiar a una familia completa para que amablemente nos cediera la mesa. Luego hubo que emprender la retirada de una cafetería porque la gente prejuiciosa no se adaptaba a nuestra presencia. Mención aparte merece el saco de sal que nos acompañó a todos lados, pero dejo que esa historia la cuenten los otros. Terminamos conversando en la calle, mientras los taxis nos huían cuando intentábamos llamarlos.
La vida, aquí o allá, la misma frustración es.
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