Juez, pero no parte
Hoy me senté a abrir los últimos sobres del concursito de marras. O eso pensaba yo. Tenía ya el grupo final para hacer la difícil selección, cuando llega el mensajero y me deja otro cerro de papel sobre el escritorio.
Mensajero *en modalidad irónica*: Cómo la quieren a usted.
Dael *en modalidad seria*: Sí, sí. Tan lindo, Jaimito. *cambiando a modalidad trágica* Hágame un favor. No me traiga ni uno más. Este concurso se cerró, a-ho-ra.
Paparazza *la misma modalidad empalagosa de siempre*: No, Daelita, el concurso cierra a las cinco. No le puedes hacer eso a tus lectores.
Dael: ¬¬
Y nadie me ayuda. Claro, cuando ya esté todo listo, abundarán los comedidos para venir a criticar. No me importa. Este año no esperaré ni le rogaré a nadie para que sea de jurado. Si hay, bien, y si no, también. Yo elijo al que gane, y si a alguien no le gustó, como que se las va aguantando, porque no veo otra alternativa que me acomode.
Tuve algunas interesantes propuestas de amigos que querían conseguir la cooperación de algún sobrinito/primo/vecino, o cualquier conocido menor a 12 años, para hacerse con el iPod, pero no. Honestidad en los procesos.
Ya después de (!) dos años en estos apuros, es bastante fácil darse cuenta cuando algo lo ha escrito e ilustrado un niño, y cuando es simplemente un adulto haciendo falsete. De todas maneras, a ratos es divertido. Otra vez tengo máquinas para volver buena a la gente mala, satélites para llenar el mundo de paz imperativa, dispositivos para repoblar los bosques y mares. Había hasta material psicodélico. Algo así como unas flores que te relajaban cuando aspirabas su aroma. Sin comentarios.
Pero también hay propuestas que me han hecho reír. Ya estoy resignada a irme a casa con los aspirantes a finalistas, a darme de golpes contra todos mis alter egos mientras decidimos quién se queda y quién se va. Grandes cantidades de café servirán para mantener alerta al regimiento. Los sms de 'Auxilio, ya no lo soporto', no se harán esperar.
Tocará trabajar hasta más tardecito estos días. Pero sobreviviremos. Lo único es que deberé aprovisionarme de queso, porque ni tiempo me ha quedado para ir a almorzar.
Tengo que escapar de esta situación algún día. Tal como la conexión a internet, es atrapante. Dices, algún día me iré, ya me voy, ya me estoy yendo. Y nada. En septiembre harán tres años. Pero de aquí hasta allá, todavía queda tela para cortar y puede pasar cualquier cosa. La gastritis, la anemia, el desempleo. Lo que primero llegue.
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