julio 03, 2006

Trabajar o no trabajar, he ahí el engaño

Llevar trabajo a la casa es una de las cosas que siempre me prometo que no haré. Y por supuesto, es una de las cosas que rara vez cumplo. Todos mis buenos propósitos mueren en cuanto me da el medio día en esta oficina y, por motivos varios, mis textos no toman la forma que quiero. Culpo al escándalo que usualmente hay en esta oficina. Al que se atreva a responsabilizar de algo al blog, lo reto a que lance la primera piedra.

(Lo bueno de hacer desafíos virtuales.)

Así que el viernes me llevé a casa la bola de sobres del concurso, dizque para revisarlos con calma. Naranjas. El sábado era el cumpleaños de Al, así que no hubo tiempo de pensar en trabajo. A la madriguera se ha dicho.

Después de ser requisados a la entrada por un grupo de conejos terroristas, nos fuimos derechos al televisor para más de amargarnos con ese partido de Brasil y Francia. Luego, fuimos vilmente engañados; nos alejaron de allí con el pretexto de alimentarnos, mientras más conejos (¡se multiplican!) nos vigilaban. En honor a la cumpleañera, vimos una película, que debido a su gusto por todo lo gore, resultó ser Saw. ¿Dije vimos? Yo me quedé dormida.

No es que me dé miedo, aclaro por si las dudas. Es más bien que ver gente mutilándose, no resulta de mi total agrado. No me gusta el cine de horror actual. Hace años no me acuerdo qué canal pasaba 'Monstruocinema'. Frankenstain, la Momia y Drácula en blanco y negro. Vaya y pase. Pero si tu esperanza de horrorizar al espectador está en poner muchas tripas en primer plano, es hora de volver a la escuela a aprender la diferencia entre el terror y el asco.

Sierras y puñales aparte, comí tantos dulces, que el domingo algo parecido a la culpabilidad revoloteaba a mi alrededor. Me deshice pronto de esos malos pensamientos, gracias a la comida de mi mamá.

Y qué creen. Tampoco revisé ningún sobre. La culpa esta vez no la tiene la pereza, sino mi persistencia. Estoy segura de lo que digo. Parece que la constancia rindió sus frutos, porque varias personitas, hartas de que les diera la lata, me trajeron la música o los videos que les había pedido, así que tuve mucho que copiar, ver y oír el domingo.

Hoy volví con el paquete intacto a la oficina, imaginando la montaña de trabajo que me esperaba. Pero no había nada en el escritorio. Ni cartas, ni dibujos, ni nada. A punto de emocionarme, noté que el periódico tampoco estaba. Eso es raro. No es que lo extrañe, las pruebas están suspendidas gracias al Mundial, pero el mensajero que nos lo deja es infalible.

Recién me entero de que al señor lo han trasladado. Meaning, yo y la docena de vagos de esta oficina tendremos que caminar (sí, leyeron bien, caminar) para obtener nuestro ejemplar de cada día. El terror se apodera de nosotros, de solo pensar en hacer el viaje hasta... la ventanilla de distribución.


Y mientras la vida pierde sentido en este reino, otros compiten por alcanzar la gloria imperecedera. O lo que sea que persigan, que yo no sé ni lo que se siente ganarse un helado gratis en esas promociones de 'Vale otro'. Ahí le vamos al señor que lee binario (pausa para fingirme impresionada), que enchula blogs (pausa para anunciar que estoy pensando en volver a un template blanco y aburrido) y que, además, es buen dato (ahora pausa para las lágrimas; violines de fondo). Kernel presidente (aunque él es modesto y dice que es para blog destacado).

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman