Lo micro

La semana pasada causó mala impresión que pidiera un helado de coco y mandarina. Muy mala impresión. Además, me parece que, por falta de tiempo y otras causas, veo poquitos animados. Hay quien opina distinto. Prefiero mojarme en la lluvia a usar paraguas. Aunque a mi madre le encante regalármelos. Pero en fin. Son mis decisiones y tengo que serles fiel, por incomprensibles que parezcan.

Quiero decir, de excentricidad nadie está vacunado. Por acá hay alguien que está que se lamenta por no poder ir a inscribirse para formar parte de una junta receptora del voto durante las próximas elecciones (si trabajas en medios no te dejan).

Conozco gente que se emociona cuando le toca hacerse exámenes médicos, ecografías y extracciones de sangre, o ir al dentista.

Una amiga ama los animales exóticos. Duerme todas las noches con una especie de mamífero amazónico llamado 'cuchucho'. No sé si ese es el nombre apropiado, pero ya nos habituamos a oírla hablar de su mascota (un bichito adorable).

Un amigo tiene un gato al que llama por teléfono para que no se sienta solo en casa.

Alguien más por allá cambia de ringtone de acuerdo a la canción cortavenas del momento. Y se resiente a muerte si le dices que por favor le cambie o le baje el volumen.


O es un mal común, o estoy rodeada.


Es verdad que algunos casos tienen tintes patológicos, como los dos primeros mencionados (confesaré: ambos le corresponden a la misma persona), y es cierto que mis sugerencias acerca de la efectividad del tratamiento psiquiátrico con electrochoque no fueron bien recibidas; pero aparte de eso, creo que se trata nada más de maneras de expresar nuestra unicidad, y no hay porqué preocuparse.

Ah, este mundo incomprensivo. Si con las cuestiones de peso (lo que piensa el otro, lo que necesita el otro), no tenemos ni cacho de tolerancia, entonces no le veo sentido a frustrarse porque otros concuerden con nuestros detalles. No te gastes peleando, no pasará. Y todo ello contribuye a hacer de esta una vida más interesante.

No, no me siento en absoluto extraña. Total, todo mundo sale de su casa con tijeras, cinta scotch y un juego de destornilladores en el bolso. ¿Para qué? ¡Nunca sabes cuándo te pueden hacer falta! (Y los últimos fueron regalo de mi papá.)