noviembre 09, 2006

Mademoiselle y la muchacha

Un día seré vieja. Pero espero ser como la señora a la que fui a visitar ayer, lúcida y de buen humor, que te hace olvidar que fuiste al cumpleaños de una abuelita y te ríes como con un amigo más.

No como la arpía octogenaria que ronda por los pasillos de este reino. Hay gente que parece puesta en este mundo para ser infeliz, y esforzarse en contagiarle su mugrienta amargura a los demás. Este triste ser, al que todo mundo rehúye, por primera vez en los tres años que llevo por acá se ubicó en la fila de la comida detrás de mí.

Mientras yo esperaba que las personas antes que yo escojan y reciban su comida, la doña empieza a decirme que avance, y a empujar mi bandeja con la suya, haciéndola chocar con la de la de otra persona. Como no tenía ganas de jugar a los carritos chocones, moví un poquito mi bandeja y seguí mirando al techo, que era mucho más interesante que ella. Y que avance, dice la vieja, y vuelve a empujar.


- Ellos aún están esperando su comida -le indico, señalando a la fila que hay delante de ambas.


En vez de fijarse, empieza a comentar con los de la cocina que cómo es posible, que gente recién llegada no respete, y se atreva a contestarle, a ella, no va más de la ceguera social, y blablablablabla. Los muchachos empezaron a atenderla a toda prisa para que se callara.


El amigo Atticus dice que para entender mejor a las personas hay que ponerse su piel y caminar un poco con ella. Yo no tengo nada contra el pelo blanco, las arrugas, la falta de paciencia que en algunas personas produce la edad. Ni contra la edad misma. Pero no logro entender por qué, si la asquea tanto pasearse entre la gente, sigue trabajando si hace siglos que le llegó al edad de jubilarse. O qué la lleva a pensar que porque tiene medio siglo trabajando en este sitio, eso la hace más importante y le da más derechos que a cualquiera. O porqué en vez de ser más educada y serenarse y ganarse a la gente, se empeña en mantener una actitud que hace que todos guarden sus distancias con ella.

La señorita, la llaman, porque se ofende si le dicen de otra manera. Debe ser bien triste estar en sus zapatos y querer que todos la traten como a un ser especial, cuando ella es evidente que desprecia a sus semejantes.

No creo que vejez tenga que ser sinónimo de lo que ella proyecta. Me llama 'muchacha', porque como suele ocurrir, se deja llevar por las apariencias. Pero me late que es ella la que ha sido eternamente una muchacha egoísta y malcriada, que nunca supo ser de otra manera. Y me imagino ser así eternamente, y entonces, sí, me da lástima.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman