enero 08, 2007

Agua mansa

Tuve un sueño aleatorio. Una persona del mundo de los blogs. Una del trabajo. una de mi familia. Otra ficticia. Para qué, anda experimental mi inconsciente, por ahora.

Para colmo tenía pendiente esta cuestión del relato, y como se me ocurrió la genial idea de pedirle a Kenni que hiciera la sugerencia del tema, tuve que escribir sobre... Y bueno, salió una cosa feísima. Pero la tengo que publicar porque Rossy ya terminó la suya y después pierdo.



De vuelta al mundo real, auxilio. Alguien tiene la errónea idea de que a mí se me puede encargar trabajos delicados de alta precisión. Ayer una de las chicas de mi clase me hizo señas misteriosamente para que me acercara. No sabía para qué, ella ha dejado de ir últimamente, y como su vida está algo complicada ahora, no he querido presionarla. Pero pensé que sería algo importante. Fui.

Cuando llegué, me puso unas tijeritas en la mano. Me la quedé mirando. Ella estaba sonriente. Quería, ni más ni menos, que le cortara las uñas a su bebita (cuatro semanas, creo que tiene), que estaba dormida en una de esas sillas que usan para transportar a los niños.

Pánico.

¿Cómo decirle que no? Rara vez me piden nada, se supone que pretendo que puedan tenerme confianza, etc. Era como estar en una sala de operaciones, con medio mundo creyendo que eres un experto cirujano, y tú sin saber ni pegar botones. Para colmo tuve público, las otras chicas se acercaron a mirar. Me encomendé, encomendé a la niña, encomendé sus deditos que no sabían en el peligro en que se hallaban, encomendé hasta las tijeras, hermanos, mientras rogaba que Reivaj no se diera cuenta, porque ese es batracio.

Hasta ahora no sé porqué me lo pidieron precisamente a mí. Tampoco pregunté, no hice preguntas, estaba demasiado aliviada de no haberle hecho daño a la nena.

Es medio espinoso tratar con chicos de esa edad. Algunos no sueltan palabra. No puedo quejarme porque mi mala memoria no alcanza a borrar el hecho de que yo era peor que ellos. Otros se pasan cuestionándote hasta casi hacerte perder la paciencia, y de eso creo tener bastante. Y otros se meten en problemas, y luego vuelven, y no te cuentan nada, ni un comentario, a pesar de que tú ya lo sabes por otras fuentes, o porque las evidencias están ahí. Y tú te quedas esperando a que en algún momento te los hayas ganado lo suficiente como para que de su propia voluntad acudan a contarte, pedirte, preguntarte...

La arrogancia, según parece, es grande. Incluso en una rata que cree tener los pies firmemente puestos sobre la tierra. Lo que no te habías planteado, Dael, es ¿qué ibas a hacer una vez que se produjera el milagro?

Un día te despiertan con un mensaje haciéndote preguntas para las que te haría falta acudir con una pizarra, un marcador, bastantes horas y similar cantidad de libros para contestar con toda la honestidad posible que no tienes la respuesta. O te dicen que cómo es posible que no supieras que querían estudiar arte pero no se pudo (y te sientes de lo último). O te piden que le cortes las uñas a un recién nacido.

No estoy lista para esto. Voy a tener que pedir que designen a alguien más para esa clase, o si quiero quedarme con ella, voy a tener que arremangarme y empezar a hilar fino.

Cuando me pasaron allá, hace un par de años, hice pucheros, porque me estaban usando de parche. Estaba con los niños chiquitos, que me hacían sudar la gota gorda, pero los adoraba. Ahora ya no tengo que correr detrás de nadie para evitar que se coma los crayones. Estoy mucho más relajada, o eso parecería. Pero la tensión que puede haber en tanta quietud no deja de asombrarme.

Thesaurus

Idealismo: Asunto que requiere tiempo y energía. Yo no tengo.

Al momento

  • Fragile Things, N. Gaiman